DÍAS DE VINO Y ROSAS

El trabajar a turnos me permite a veces disfrutar de la caduca soledad de la mañana mientras aún hay colegio. Son momentos que aprovecho para escribir, para leer, para ver alguna película o serie que guardo en mi voluble intimidad. Desde hace tiempo, un canal como TCM se ha convertido en compañero y complice de mis mañanas de soledad, con su revisión de películas que llevan marcadas a fuego con merecimiento el sello de indispensables, esas películas que disfrutas tantas veces como seas capaz de ver, apreciando cada detalle, incluso desde el conocimiento más absoluto de cada fotograma. Hoy han pasado una de mis películas favoritas, "Días de vino y rosas", que curiosamente, cada vez que la veo, días después, más pronto que tarde, termino revisitando "Leaving Las Vegas", pero eso es otra historia.


Siempre me ha atraído la historia que encierra esta película dirigida en 1962 por Blake Edwards, es fuerza de la adicción, no solo al alcohol, sino a la propia relación destructiva de los personajes que tan maravillosamente y con tanta fuerza interpretan Lee Remick y Jack Lemmon. Esa necesidad de la dependencia, que podríamos extrapolar a tantas cosas y que crean un vínculo del que no se quiere escapar aún siendo consciente de encontrarse a las mismas puertas del infierno. Ese paso hacia el abismo que es esencia de la película, comenzando como una inocente comedia romántica que se va transformando a golpe de dolor en un drama desgarrador repleto de crudeza. Dicen que los ojos son el espejo del alma y muchas veces, el cine es el espejo de la vida. Apago el televisor justo en el momento que acaba la película, y no puedo hacer otra cosa que ponerme a escribir, algo que para mi también se ha convertido en una adicción, de la que no quiero salir.

Comentarios

Juanjo Mestre ha dicho que…
Sí, a mí también siempre me ha atraído la historia de esta peli, de esta obra maestra. Es una saludable adicción escribir, my friend. Abrazos.