Oculto por las guitarras que narraban las penas y alegrias del barrio, un disparo sonó en la oscuridad, y en un oscuro callejón, un angel perdió sus alas.
¡Ajuste de cuentas! Escribieron los periódicos. ¡Castigo de dios! Clamó el reverendo. ¡A mi nadie me la juega! Sentenció aquel viejo traficante.
Comentarios